En cualquier caso, me considero bastante normal. Tradicional, incluso. Pero aparentemente hay momentos en la vida de un hombre en los que una hostia, una puñalada, una traición o una putada enorme son el detonante perfecto para un cambio. Tal vez ese hombre que se excita cuando le azotan mientras está vestido de criada tenga una psique más sólida que la mía, yo qué sé. El tema está en que siempre he sido inconstante, sin mucha motivación en las cosas. Me gusta mucho escribir, sí, pero también me gusta no hacer nada.
Hasta ahora cuando la vida me daba limones yo bromeaba sobre cítricos, que es un tema humorístico poco usado. Pero hace unas semanas, cuando la putada más enorme de mi vida se abalanzó sobre mí, yo simplemente me dejé llevar por una corriente de zumo de limón, sin tener claro que reacción debería tener.
¿Qué coño? ¿Por qué motivo debería reaccionar yo a nada? ¿Acaso lo sucedido es mi culpa? Que cada mástil aguante su vela, coño. Así que hace unos días tomé una postura al respecto. Cuando la vida te da limones tú te marcas un Cave Johnson, coño.
Y este cabreo me ha servido de impulso, no todo iba a ser malo. Así que a partir de hoy voy a canalizar mi ira en escribir los textos más jodidamente hermosos que hayáis leído en vuestras vidas. De nada sirve amargarse, y menos cuando ya hay gente más que dispuesta a amargarte ella misma. Así pues, este ha sido un texto introductorio que me he sacado del
Así pues, ya sabéis. Nada de fumar crack pasadas las diez de la noche.
Nos vemos en la próxima entrega de Tinta Adulterada, el único blog donde tenéis enlaces a videos kinkis de forma justificada.
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